martes, agosto 02, 2005

Ironias del Destino...

He vuelto al paro, sí, no es algo que me entristezca demasiado, un curro en el que tengas que ir también los sábados sabiendo la mertá que cobras pues no es que anime mucho.

Me las he visto y deseado para llegar a tiempo a mi puesto de trabajo durante las últimas dos semanas pasadas. Atascos, ese gran acontecimiento vial donde todos nos hermanamos (sobre todo en el autobús), donde un sinfín de axilas rebeldes asaltan tus fosas nasales con una cantidad indeterminada de fétidos aromas avinagrados. Con un poco de suerte más del 50% de los usuarios del autobús son mujeres y al menos no es tan terrible (se presupone que son más coquetillas y limpitas que esa panda de guarros que yo me sé).

El caso es que el jueves pasado me llamaron para que fuera a currar el viernes por último día y que me firmaran el parte de horas y lo llevara a la ETT, que debo añadir que esta mañana me han tratado como a un espectro: he llegado, he dejado el parte y sólo les ha faltado hacerme un corte de mangas... ¡qué caras más largas! Y encima comunicándose con monosílabos "Oiga, que el que está despedido soy yo, no usted...".

En fin, el caso es que siempre había atascos en mi recorrido, por lo que tenía que despertarme bastante pronto. Todo este problema venía dándose por ciertas obras en las que se iba a habilitar una nueva carretera paralela a la que provocaba los embudos y que nos traía a todos los trabajadores de las horas punt(i)a(gudas) de cabeza.

Un día llegue 15 minutos tarde, otro 5, y otros dos con la hora pegada al culito, buenas carreras me pegué para no tener que recuperar horas (teniendo un curso de dibujo por las tardes como que no apetece llegar a casa, comer a toda velocidad y salir corriendo, que a la digestión hay que respetarla...)

Pues, ironías del Destino, el viernes me encuentro con que, además de estar despedido, la carretera paralela a la de los atascos ha sido abierta. ¡De puta madre! ¡Ya no llegaré tarde! Claro... ¡si estoy despedido! Manda cojones, todos los días corriendo para llegar a mi hora y ahora que abren la carretera y puedo levantarme un poquito más tarde me echan...

De hecho, el viernes creí que llegaba tarde, porque el autobús estaba tardando más de lo normal y ya veía que no llegaba, sabiendo que iba a tener un atasco de toma pan y moja. Pero no, salvamos el obstáculo.

Y aquí viene el punto cachondo (sí, hay uno más). Resulta que cuando pasamos la zona de atasco el conductor del autobús se levanta y dice: "¡Que el autobús está averiado, por favor salgan del autobús!" Y a mi ya se me estaba quedando el rictus de la sonrisa sardónica. El númen supralescente que atenta con putearnos día y noche volvía a hacer de las suyas. Ahora que iba a llegar bien al curro y estaba a punto de respirar tranquilo, va y se jode el bule.

Ea, nos bajamos un porrón de gente (el autobús estaba lleno) en la parada donde nos dejaron tirados y a esperar otro bus que nos llevara.

Bueno, al final llegó y estaba a medio llenar. Es evidente que lo abarrotamos, hasta los topes, no cabía ni una mosca. Conseguí llegar a tiempo al currele, así que después de tantas ironías y molestias varias la cosa me fue bien.

Eso sí, sin currelo a ver de donde saco yo para irme de vacaciones. Ñe, tendré que tirar de los ahorros (¡Jo, que me quiero comprar un ordenador, no me hagáis esto!).

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