martes, enero 29, 2008

La Saga Negra: Prólogo

Al cabo de varias semanas desde que la comitiva desplegada en Naia regresara de su misión en aquella aldea encantada, Lord Saulk reunió a sus Maestros de la Ley y les ordenó que anunciaran públicamente que su transformación tendría lugar junto al muro norte de la fortaleza, en presencia de todo su pueblo y sus ejércitos.

Por fin los rumores de que el Duque se encontraba en buen estado y su cuerpo ya no presentaba los estigmas de la deformidad que antaño le habían aquejado serían definitivamente confirmados. Todo el mundo podría comprobar el verdadero aspecto de su señor, tras más de dos largos años de oscurantismo. Pero lo más importante era que se iban a contemplar por vez primera los efectos del ritual que le convertiría en dragón.

Desde que se unieran ambas partes, Saulk había aguardado pacientemente el momento apropiado. Era el acontecimiento más importante de su vida, por el que tanto había luchado y padecido. Quería que fuera presenciado por la gran mayoría de sus súbditos, en especial los Caballeros y Recios desplegados a Naia, así como todos sus Maestros de la Ley, de modo que había esperado su regreso y les había permitido un tiempo a estos últimos para que solucionaran los asuntos que, debido a su ausencia, habían dejado pendientes en sus territorios.

Y así fue como muchos de los caballeros, soldados, sacerdotes y campesinos de Tierra Negra se agolparon en el lugar acordado deseosos de contemplar al poderoso señor que les regiría.

Una semana antes de tan esperado evento, las inmediaciones del muro se llenaron de tiendas, tenderetes y chozas improvisadas, donde centenares de vasallos del Señor Dragón bebían, bailaban y festejaban con alegría la noticia de que su gobernante por fin estaba libre de su maldición. El gobierno y la guerra contra los Señores Oscuros definitivamente habían concluido.

El día en que Lord Sauk iba a mostrarse públicamente, los alrededores de la fortaleza estaban abarrotados de gente que excitada aguardaba su aparición. El ambiente era festivo y optimista. La comida y la bebida corrían en abundancia, por cuenta del mismísimo Duque, y la música y las agitadas conversaciones de los allí reunidos formaban una algarabía ensordecedora.

El cazador de dragones, Sir Oswulf, había traído al azote de los muertos vivientes del Páramo del Liche: el dragón negro. La criatura había sido convenientemente encadenada y amordazada para evitar que se produjera ningún desastre, debido a la excitación que le producía el olor de la carne humana.

Y finalmente se acercaba el momento que muchos llevaban esperando desde el nacimiento de su nación. El sol brillaba en lo más alto del cielo en aquel hermoso día de verano cuando las grandes puertas del Baluarte se abrieron y apareció la altiva figura del Duque Saulk. Éste caminaba portando los símbolos de su poder con orgullo: la corona ducal, el cetro de mando y el manto carmesí con el emblema del dragón bordado en hilo de plata.

A su lado, y llevada de la mano, caminaba una muchacha esbelta y de ojos sombríos, vestida de negro riguroso con un traje largo y sencillo adornado con plumas de cuervo. Su frente estaba ceñida con la dorada corona de laurel que en el pasado había portado el difunto Noctufêr. Muchos de los caballeros, especialmente los que procedían del Este, quedaron sorprendidos, pues reconocieron en aquella joven al Maestro de la Ley de su región.

Los allí congregados saludaron con vítores a sus duques, gritando a voz en cuello sus nombres y la consigna ducal “¡Arda la Tierra!”. Pero Saulk alzó su mano enguantada, pidiendo silencio. En pocos minutos sólo se escuchaba el zumbar de los abejorros, y la respiración contenida de los cientos de personas que aguardaban expectantes las palabras de su Señor.

- Dicen que en Tierra Negra se respira muerte y cenizas... Es cierto que los comienzos de nuestra nación no han sido nada fáciles. Nos han traicionado y sometido a merced de un puñado de nigromantes ebrios de poder. Muchos de vosotros habéis llegado desde todos los rincones del mundo, con la humilde pretensión de dejar atrás el pasado y buscar un Destino mejor. Grandes caballeros han llegado a estos valles, persiguiendo promesas de gloria y porvenir. Y durante dos largos años sólo hemos encontrado muerte. Pero nos hemos quedado. Grande ha sido el sacrificio que todos hemos tenido que hacer, e incontables los valientes que han perdido la vida y la oportunidad de ver cómo se ha recuperado la gloria que merece nuestra orgullosa patria. Yo también he tenido que lamentar la pérdida de mi único hijo, pero tanta muerte no ha sido en vano. Ahora nuestra nación es libre, y la sombra de la nigromancia y la traición no volverán a oscurecer la luz del sol sobre nuestras cabezas. ¡Pueblo de Tierra Negra! ¡Celebrad conmigo esta fiesta y recordad que en este día Saulk Blaugir tomó forma de dragón y desafió a sus enemigos! ¡Que arda la tierra!

Tras el discurso, y una vez que se hubo calmado la algarabía que habían provocado las encendidas palabras del gobernante, los Maestros de la Ley hicieron saludos marciales a los duques y se dispusieron detrás de los sacerdotes de la guerra, que con una breve ceremonia bendijeron el cuerpo de Lord Saulk con agua bendita y los aceites y ungüentos precisos mientras entonaban sus oraciones en solemne murmullo.

Todos se echaron a un lado cuando su señor estuvo listo para la transformación. Humo acre y ponzoñoso se elevó por los aires hasta formar una columna que se alzó hasta lo más alto del cielo. Un rugido atronador retumbó por toda la zona, y poco a poco de la opaca humareda la monstruosa cabeza de un dragón azul alzó el cuello mostrando los colmillos.

Cuando el humo se disipó, todos pudieron contemplar sobrecogidos a la inmensa y majestuosa criatura en que se había convertido su señor. Aquel monstruo era tan grande que incluso empequeñecía al dragón de Köreth. El Señor Dragón desplegó las alas con gran estruendo haciendo volar platos y manteles por los aires y arrojando al suelo a los pobres incautos que no se habían puesto a cubierto y permanecían en pie.

Lord Saulk paseó con deliberada lentitud su mirada de ojos azules como el acero por todas las mesas de los allí presentes hasta detenerse sobre el dragón negro, que se arrastraba nervioso hacia atrás ignorando los fútiles intentos de Sir Oswulf por calmarle.

Entonces, sin previo aviso, el Señor Dragón se elevó por encima de sus cabezas y se arrojó sobre la bestia, cubriendo a todos con su sombra y lanzando bocanadas de fuego por las fauces. La lucha fue horripilante, y la sangre salpicó a todos los que aún tenían el valor de permanecer en las cercanías.

Cuando todo terminó sólo un dragón permanecía en pie.

Sir Oswulf lloraba amargamente la muerte del dragón negro que tanto le había costado cazar. Increpó furioso a su hermano y maldijo aquel momento. No comprendía qué razón había llevado al Señor Dragón a cometer aquel infame asesinato, sobre todo después de los muchos esfuerzos que habían tenido que realizar para cazar a la bestia. Sin embargo, sólo una respuesta pudo hallar ante la enigmática actuación de Lord Saulk, pues él mismo rugió:

- SÓLO EXISTE UN DRAGÓN EN TIERRA NEGRA.

6 comentarios:

Artorius Magister dijo...

Cacho pirata, eso es un rumor de Hepheil XD (el rol en vivo del tio Hefe)

No olvides la caca de marrano prensá

Roberto Yazston dijo...

Y yo que todo esto lo he escuchado antes, XDD. Bueno, veremos a ver que pasa a partir de aquí.

Que sera, seraaaaaaaaa......

Terrax dijo...

Jejeje, no me culpen de que la partida empezase así ;)

Anónimo dijo...

Pero tú sabes lo que haces???

Quieres que ahora te obliguemos no solo a dibujar con regularidad D4D5S sino también una historia??? JUAS!!!

Anónimo dijo...

Eh, yo creo que aqui hace falta algo mas de verde...

GuSiLuNa dijo...

¡¿Crees que puedo leerme toda esa parrafada a estas horas?! ¡Buah! Voy a ver si tienes alguna viñeta nueva o links al youtube, questoy vaga hastapadarle alabarraespaciadora.